Tu cerebro aprende porque tus dedos tocan las operaciones matemáticas.

¿Alguna vez te has parado a observar como un niño pequeño explora su entorno? ¿Te has percatado que todo lo lleva a la boca?. Sí, parece que si no lo mete a la boca, no “ve” realmente lo que es. Todo lo que puede, lo experimenta con el sentido del gusto y del tacto.

También tiene que tocar con sus manos, sentir con cualquier parte de la piel de su cuerpo, integrar todos sus sentidos para realmente interiorizar sus descubrimientos.
Y vamos creciendo, nos hacemos mayores, nos hemos educado en muchas escuelas y entornos estimulantes y de repente, somos adultos. Seguimos formándonos pero de manera incompleta.

Sí. Ya no integramos todos nuestros sentidos para aprender. En la mayoría de los casos utilizamos únicamente el sentido de la vista y del oído. ¿Y dónde quedó el tacto? El sentido más grande de nuestro cuerpo, y el que menos se utiliza una vez que acabó nuestra etapa infantil.

Pues hay buenas noticias: el cerebro continúa aprendiendo y haciendo nuevos descubrimientos gracias a tus dedos. Sí como lo oyes.

En nuestras yemas de los dedos tenemos un montón de terminaciones nerviosas que nos permiten sentir y experimentar. Cuando tenemos el privilegio de acceder a entornos de aprendizaje estructurado donde se potencia la utilización de nuestros dedos, generamos un sinfín de nuevas conexiones neuronales en nuestro cerebro y conseguimos que el cuerpo calloso (estructura que conecta ambos hemisferios cerebrales) trabaje a pleno rendimiento.

Hay una herramienta ancestral que reúne estas características.

Existe desde hace más de dos mil años y sigue estando en boga para favorecer nuevos aprendizajes y mejorar la capacidad de atención y concentración.

Con ella, por fin los números dejan de ser algo abstracto y se transforman en materiales manipulativos que se pueden tocar, separar en fichas, moverlos según realizas operaciones aritméticas. ¿Alguna vez has tocado una suma?.

Se llama ábaco japonés sorobán .

El uso de esta herramienta estimula los dos hemisferios cerebrales. Estimula la parte izquierda porque nos exige razonar y nos ayuda a realizar estimaciones, y la parte derecha porque nos permite ‘tocar’ los números y las operaciones, así como trabajar el cálculo mental a través de la visualización de imágenes.

Los beneficios documentados sobre el uso de esta herramienta muestran que ayuda a la concentración, la atención, el razonamiento lógico, la memoria, la rapidez mental y el procesamiento de la información de forma ordenada.

Su conocimiento despierta real interés en personas de todas las edades.
Permite un cálculo rápido, sin impedir el razonamiento y funciona como incitante intelectual, ejerciendo un papel similar al del ajedrez.

El aprendizaje correcto de sus técnicas, permitirá adquirir tal precisión y velocidad, que se podrá igualar y aún superar con facilidad, los tiempos empleados, para resolver las mismas operaciones con lápiz y papel.

En múltiples estudios se ha visto que el manejo del ábaco japonés aumenta la velocidad y precisión en operaciones aritméticas, así como la concentración y atención, la capacidad de escucha, la habilidad para la observación, y la memoria visual y orientación espacial.

Por otro lado, las habilidades analíticas se perfeccionan, y la autoconfianza se fortalece.

Y lo que es más sorprendente: mejora la imaginación y la creatividad de aquellas personas que lo utilizan en su vida diaria como herramienta de estimulación cognitiva y superación personal.

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